Lo cierto es que no se me ocurren más cosas que las personas puedan experimentar que les haga sentir a cómo me refiero. Verás, no sé la importancia que le darán ellos a esa sensación. Pero para mí es mi Diosa. Le hago ofrendas con mi mente, ella las recoge con sus delicadas manos y las retuerce. Se derrite entre sus dedos, le da la forma de un pensamiento y me la devuelve con una cariñosa sonrisa.
Y paz.
Es mi Diosa de la paz.
Mas los humanos son animales feroces, con su horrible sociedad y las afiladas garras de sus traumas, que han desarrollado la capacidad de herir incluso sin mostrarse. Es difícil vivir en paz en un mundo así, y el paso de los años ha ido dejando ver un leve atisbo de tristeza en el gesto de mi Diosa. Es casi imperceptible y ella lo intenta disimular, pero yo puedo verlo. Y eso me destroza.
Habéis enfermado a mi Diosa. Me dan arcadas cuando os veo fingir no ser humanos.
"¡Yo no tengo cadenas!" - Decís, mientras os tropezáis con las cadenas invisibles de vuestra propia humanidad.
"¡Yo soy libre de volar cuando quiera!" - Decís, mientras incendiáis el suelo que pisáis con el odio de vuestros ojos.
Habéis enfermado a mi Diosa. Me dan arcadas cuando os veo fingir no ser humanos.
"¡Yo no tengo cadenas!" - Decís, mientras os tropezáis con las cadenas invisibles de vuestra propia humanidad.
"¡Yo soy libre de volar cuando quiera!" - Decís, mientras incendiáis el suelo que pisáis con el odio de vuestros ojos.
Estoy furioso. No. ¡Me ponéis furioso! ¿Cómo puede alguien sentirse en paz en un planeta repleto de gente como vosotros? No quiero seguir siendo simplemente un creyente más, adorando a un dios muerto. Si no puedo vivir bajo la luz de la paz, viviré bajo su sombra. Y, desde ahí, le devolveré su luz.
Mi Diosa volverá a sonreír. Protegeré mi paz, aunque tenga que hacer cosas terribles para protegerla.
Mi Diosa volverá a sonreír. Protegeré mi paz, aunque tenga que hacer cosas terribles para protegerla.